En su brillante libro The game, A. Baricco apuntaba que, por primera vez en la historia, vivimos en una doble realidad: la «real» y la «virtual». Mientras la primera es la que hemos conocido históricamente, la segunda es la que ha llegado a través del mundo de internet y las redes sociales. La vida en el planeta Tierra, como jamás se había visto, dispone ahora de dos motores que la dinamizan, siguiendo un proceso evolutivo exactamente igual al de máquinas que replican máquinas o genes que se dividen para crecer.
El metaverso consolida esta hipótesis clarividente del pensador italiano. Como toda revolución, el metaverso ha tenido un antecedente, y ese antecedente ha sido el juego Second Life, basado en las premisas que asentó la novela Snow Cash de Neal Stephenson. Posteriormente, el metaverso fue creciendo mediante videojuegos online en el que participan un número masivo de jugadores, novedad que comenzó a tener peso real con Diablo, en donde recuerdo los primeros proto-NTF, objetos únicos que dotaban de ventajas especiales y por los que se pagaba oro (virtual) o dólares (reales). Uno de sus encantos que tenían es que podían robarse, por ejemplo, asesinando a su propietario.
Podríamos hablar mucho de este tema. ¿Qué leyes —físicas, legislativas, económicas, científicas, etc.— deberían regir esa nueva realidad? Si la ciencia pretende obtener patrones verificables de la observación de nuestro entorno real, ¿nacería una nueva «ciencia del metaverso»? ¿Vale nuestra forma de comunicar y narrar para el metaverso?
No me cabe duda de que este segundo motor de la vida, el virtual, no va a terminar con la importancia de la comunicación ni de la narración. Decía Ranke que el ser humano es un homo narrans, un ser parlante, como ahora confirma la neurociencia de Wilson, Mariño, Goldberg y otros muchos. Existen animales pueden crear herramientas (homo faber) o que disponen de ciertos procesos deductivos que resuelven determinados problemas sencillos (homo sapiens), e incluso se conocen infinidad de ejemplos de aves y mamíferos que juegan (homo ludens). Pero ninguno, absolutamente ninguno, puede fabular como nosotros. Nancy Huston lo explicó bien claro en La especie fabuladora.
¿Cómo narraríamos en el metaverso? ¿Cómo comunicaríamos o venderíamos? ¿Los mensajes los expresaríamos como lo hemos hecho hasta ahora? Para encontrar una solución debemos hacer un ejercicio de pensamiento, algo que siempre es un poco incómodo e indudablemente lento. Es decir, debemos abstraer qué es comunicar, qué es narrar (y su actual variante, el storytelling) y de ahí obtener unos patrones. Con esos patrones podremos construir nuevas narraciones, nuevas historias. Historias del metaverso que, como decían en Blade Runner, es un nuevo mundo abierto de posibilidades.
Yo ya hice ese ejercicio y tengo ciertas claves. Esas claves serían mis soluciones provisionales mientras no se encuentren otras mejores. Pero decirte cuáles son… eso, ya es otra nueva entrada del blog…
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