Se entiende por ludismo la filosofía (y movimiento) supuestamente encabezados por Ned Ludd, consistente en algo tan sencillo como romper las máquinas bajo la premisa de que destruyen empleo.
Lo cierto es que la Historia —que, en lugar de teorías, maneja hechos y jamás especula— nos ha demostrado que las máquinas, como expresión que son de la tecnología, solo transforman los empleos. Algunos desaparecen, cierto (como el repartidor de hielo a domicilio), pero la mayoría se transforman e incluso se crean muchos nuevos. En nuestra adaptación al cambio está nuestra supervivencia.
El metaverso es una hipertecnología en tanto en cuanto aúna varias tecnologías para situarlas en un sistema puramente virtual o digital, abstracto. Si, como decía Marshall McLuhan, los instrumentos que ha hecho el ser humano son una extensión de sus sentidos (el telescopio es una supervista, la grúa un superbrazo, etc.), hemos llegado a un punto en el que los artefactos se han convertido en superartefactos. Es decir, unos alicates son unas superpinzas que, a su vez, son unos superdedos destinados a manipular piezas pequeñas o —como afirmaba Weizenbaum, el padre de ELIZA—, los ordenadores son máquinas físicas que ejecutan otras máquinas digitales (los programas).
Visto así, el metaverso aúna diversas tecnologías ya de por sí abstractas (como la realidad virtual, el blockchain o, en general, todo lo que tenga en su sangre un gen llamado bit) con tecnologías analógicas (un QR impreso en un papel). Por lo tanto, fusionando y abstrayendo tecnologías, el metaverso sube un peldaño en la escalera de caracol del progreso de la humanidad.
Si traemos de nuevo a Ned Ludd en este punto de la argumentación, nos encontramos que es necesaria gente para gestionar todo esto que ha llegado: la nueva realidad digital. Y digo «realidad digital» porque ya vimos que fusiona, hibrida, la realidad «real» con la «virtual». La abstracción y la concreción se aúnan como pocas veces se ha visto. La idea se hace práctica, no teoría.
La consecuencia es que una hipertecnología exige nuevas profesiones y reciclado de viejos empleos. El especialista en marketing deberá entender esta nueva realidad y formarse para «estar con los tiempos», en una vieja expresión de la Iglesia. El abogado deberá comprender nuevos conflictos socioeconómicos (¿puedo reclamar que una realidad virtual es defectuosa y pedir que me devuelvan el dinero? ¿Puedo exigir una indemnización si humillan a mi avatar en público?). El médico tendrá que adaptar sus conocimientos a las herramientas que le ofrece el metaverso, como lo hará el comercial, el militar, el funcionario. Esto, a la larga, implica a todos los agentes sociales: copywriters que adapten su storytelling a un storydoing metaversal, peluqueras que empleen las nuevas herramientas de realidad virtual para orientar su trabajo y ver su resultado antes de hacerlo, carretilleros que puedan calcular cargas y estocaje en su almacén de un modo seguro y ordenado, burócratas que dispongan de la documentación necesaria al momento con garantías de seguridad y contenido fiel.
El metaverso ya está creando nuevas profesiones más especializadas y reciclando viejos saberes. Ned Ludd se equivocó, y la Historia lo ha demostrado. No cometamos nosotros el mismo error: formémonos y abracemos este nuevo cambio, imparable, que llega lleno de interesantes oportunidades: el metaverso. Ese cambio formativo, esa adaptación, solo depende de nuestra imaginación y voluntad.